Dicen que no puedes
ser valiente sin tener miedo, que el valor es enfrentarte a tus miedos. Ojalá
no supiera lo valiente que soy, aunque tener tanto y tantos miedos no me cuadra
con la valentía.
Dicen que para ser
fuerte tienes que tener problemas, que la fortaleza no se puede demostrar en
épocas de bonanza. Ojalá no supiera lo fuerte que soy, tener que levantarse una
y mil veces sólo me lleva temer las caídas.
Dicen que las penas y
los golpes de la vida son inevitables y sé que tienen razón. Y te acostumbras a
que siempre ronden por ahí y a capear el temporal, aunque eso te agote.
Y llegan cosas
buenas, pero entre tantos zarpazos a veces ni se distinguen. Porque los
zarpazos siempre llegan. A veces es una puñalada directa en el corazón y te la
esperabas, pero no por eso duele menos, eso sí, con el premio agridulce de
haber acertado en quién no podías confiar.
Otras veces recibes
un puñetazo en la boca del estómago y te derrumba. Te quedas sin aire y hasta
sin fuerzas para andar, y desde el suelo te preguntas por qué, por qué duele
tanto, por qué así sin avisar, por qué siempre parece que la vida de los demás
es más sencilla.
Y aunque no puedes
más, logras enjugarte las lágrimas y vendar tus heridas y te levantas
trastabillando y temblando. Y percibes sonrisas burlonas y comentarios
hirientes ante tu supuesta debilidad. Y no puedes explicar que tus fantasmas se
amontonan. Y piensas por qué para ti es tan difícil respirar. Sabes del mérito
que tienes por seguir haciéndolo, pero no te lo acabas de creer, porque es algo
tan natural que no debería costarte esfuerzo, sólo que para ti es un esfuerzo
enorme, tan grande que te desgasta día a día, reto a reto, porque todo para ti
es un reto.
Y un día, por un
segundo, te descubres sonriendo, y hasta piensas que eres fuerte y que estás
bien, hasta que vuelve a costarte un mundo lo más sencillo, y entonces piensas
que todo era un sueño, que nunca lograrás vivir sin más, y a la par tratas de
convencerte de que no es así, de que lo que haces tiene mucho mérito, de que
has avanzado muchísimo, de que no estás abajo otra vez, de que mañana volverás
a sonreír y a sentirte fuerte, aunque parezca que tendrás por siempre un
agujero en tu alma.