jueves, 27 de diciembre de 2012

Milagros


Decís que los milagros no existen,
que la vida es conformarse con el dolor.
Pero yo he visto hadas y he jugado con unicornios,
he volado por encima de las nubes
y he dormido entre los brazos de la luna.
Decís que nada es real, que todo es fantasía,
que no sea débil y eche a andar de una vez.
A mí ahora lo que se me antoja un milagro
es poder respirar y poder tenerme en pie.
Me cortaste las alas al decirme que no estaba volando
y ahora no sé cómo usar las piernas para andar.
Pero yo creo en los milagros,
aunque aún no sea capaz de hacerlos realidad.
Sé que volveré a volar por encima de vuestras cabezas,
volveré a extasiarme ante un rayo de sol
entre caricias del viento volveré a saber lo que es vivir.
Mientras vosotros tiráis para adelante,
yo seguiré recomponiendo mis pedazos
y aspiraré a reencontrarme con las hadas
porque el verdadero milagro es estar realmente aquí.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Algunos días


Hay días en los que, por encima de todo, sobresale la tristeza.
Y querrías poder borrarla de un plumazo,
agarrarte a esos destellos brillantes y sonreírle al espejo,
que bastase con reconocerte a ti misma los enormes avances,
que bastase con saberte fuerte a pesar de las debilidades.
Pero no basta, por importante que sea nunca parece suficiente
y un nuevo bandazo te hace retroceder, y tambaleando consigues no caerte del todo y volver a ponerte de pie con un simple rasguño en las rodillas,
aunque ese rasguño duele más que antes,
porque cuando estás hecha añicos el propio dolor te anestesia,
no como cuando has creído ver de nuevo la luz, cuando sentías realmente cómo avanzabas, y de nuevo has creído en los milagros.
Ahora tan sólo querrías un abrazo, poder reponerte encogida en el sofá
y que alguien más que una parte de ti te dijese que todo va bien, que vas por buen camino, que un tropiezo no significa un paso atrás, y que un paso atrás no significa comenzar de nuevo.
Querrías poder dejar caer las lágrimas, poder sacar el dolor y el miedo antes de volver a levantar la cabeza y seguir adelante aunque sea haciendo eses.
Y en vez de eso tienes que justificarte, tienes que ver ceños fruncidos y oír palabras secas, tienes que oír que no es suficiente, que lo que tú llamas avance es nada porque no es todo, que si has dado un paso tienes que dar todos los demás sin temblar.
Y con esas voces tu miedo se agiganta, tus fuerzas menguan y tus avances parecen insignificantes.
Y te esfuerzas en callarlas al menos en tu mente y en comprenderte a ti misma y en darte ese abrazo que tanto necesitas.
Y entre la rabia, la impotencia, el miedo y el dolor, sobresale una enorme tristeza.